Como un archivo imaginario de lo que alguna vez fue, o de lo que pudo haber sido, se puede decir que retraté las atracciones oxidadas del Parque de la Ciudad, un cementerio de autos o una embotelladora abandonada en el corazón de Beccar.  También puede leerse como una ruina contemporánea o un espejismo temporal, desprovisto de tránsito y espectadores, donde el tiempo persevera y el paisaje emerge.

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Estos espacios que generan una sensación de vacío, de soledad, de abandono, son un universo devastado en el que me presento y represento.  Dónde me escapo, donde todo está quieto, como si el tiempo se hubiese detenido.

Mi sentimiento profundo de conmoción. Es mi mundo mental,  casi onírico.